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robertbahena

Dos que tres poemas.

POEMAS.

SONETO XV.

Me gustas cuando callas
Por que estas como ausente ,
Y me oyes desde lejos, y mi
Voz no te toca.
Parece que los ojos se te
Hubieran volado
Y parece que un beso te
Cerrara la boca.

Como todas las cosas están
Llenas de mi alma,
Emerges de las cosas, llena
Del alma MIA.
Mariposa de sueño, te
Pareces a mi alma,
Y te pareces a la palabra
Melancolía.

Me gustas cuando callas y
Estas como distante,
Y estas como quejándote,
Mariposa de arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi
Voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el
Silencio tuyo.

Déjame que te hable también
Con tu silencio.
Claro como una lámpara,
Simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y
Constelada.
Tu silencio es de estrella, tan
Lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas
Por que estas como ausente ,
Distante y dolorosa como si
Hubieras muerto.
Una palabra entonces, una
Sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que
No sea cierto.

MIEDO.

Todos me piden
Que de saltos;
Que tonifique
Y que futbolee,
Que corra, que nade
Y vuele.
Muy bien

Todos me aconsejan
Reposo,
Todos me destinan
Doctores,
Mirándome de cierta manera.
¿Que pasa?

Todos me aconsejan
Que viaje
Que entre y que salga,
Que no viaje
Que me muera y
Que no me muera
No importa

Todos ven
Las dificultades
De mis vísceras
Sorprendidas
Por radio terribles
Retratos,
No estoy de acuerdo

Todos pican mi poesía
Con invisibles tenedores
Buscando, sin duda,
Una mosca.
Tengo miedo

Tengo miedo
De todo el mundo
Del agua fría, de la muerte,
Soy como todos
Los mortales,
Inaplazable.

Por eso en estos cortos días
No voy a tomarlo en cuenta,
Voy abrirme
Y voy a encerrarme
Con mi más pérfido enemigo,
Pablo Neruda.

EL VIENTO EN LA ISLA.

El viento es un caballo:
óyelo como corre
por el mar, por el cielo.

Quiere llevarme: escucha
como recorre el mundo
para llevarme lejos.

Escóndeme en tus brazos
por esta noche sola,
mientras la lluvia rompe
contra el mar y la tierra
su boca inumerable.

Escucha como el viento
me llama galopando
para llevarme lejos.

Con tu frente en mi frente,
con tu boca en mi boca,
atados nuestros cuerpos
al amor que nos quema,
deja que el viento pase
sin que pueda llevarme.

Deja que el viento corra
coronado de espuma,
que me llame y me busque
galopando en la sombra,
mientras yo, sumergido
bajo tus grandes ojos,
por esta noche sola
descansaré, amor mío.

NO TE SALVES.

No te quedes inmóvil al
Borde del camino
No congeles el júbilo
No quieras con desgana
No te salves ahora
Ni nunca.

No te salves
No te llenes de calma
No reserves del mundo
Solo un rincón tranquilo
No dejes caer los parpados
Pesados como juicios
No te quedes sin labios
No te duermas sin sueño
No te pienses sin sangre
No te juzgues sin tiempo.

Pero si
Pese a todo
No puedes evitarlo
Y congelas el júbilo
Y quieres con desgana
Y te salvas ahora
Y te llenas de calma
Y reservas del mundo
Solo un rincón tranquilo
Y dejas caer los parpados
Pesados como juicios
Y te secas sin labios
Y te duermes sin sueño
Y te piensas sin sangre
Y te juzgas sin tiempo
Al borde del camino
Y te salvas
Entonces
No te quedes conmigo.

PABLO NERUDA.

EL TORO.

El más antiguo toro cruzó el día,
sus patas escarbaban el planeta.
Siguió, siguió hasta
donde vive el mar.

Llegó a la orilla el más antiguo toro,
a la orilla del tiempo, del océano.
Cerró los ojos, lo cubrió la hierba.
Respiró toda la distancia verde,
y lo demás lo construyó el silencio.

EL TIGRE.

Soy el tigre,
te acecho entre las hojas
anchas como lingotes
de mineral mojado.

El río blanco crece
bajo la niebla. Llegas.

Desnuda te sumerjes.
Espero.

Entonces en un salto
de fuego, sangre, dientes,
de un zarpazo derribo
tu pecho, tus caderas.
Bebo tu sangre, rompo
tus miembros uno a uno.

LOS AMOROSOS.

Los amorosos callan.
El amor es el silencio mas fino,
El más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
Los amorosos son los que abandonan.
Su corazón les dice que nuca han de encontrar,
No encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos
Por que están solos, solos, solos,
Entregándose, dándose a cada rato,
Llorando por que no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
Viven al DIA, no pueden hacer mas, no saben.
Siempre se están yendo,
Siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
No esperan nada pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prorroga perpetua,
Siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son insaciables.
Los que siempre - ¡que bueno! – han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
También como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
Por que si se duermen se los comen los gusanos.

En la oscuridad abren los ojos
Y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sabana
Y su cama flota corno sobre un lago.

Los amorosos son locos, son locos,
Sin dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas
Temblorosos, hambrientos,
A cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
De las que aman a perpetuidad, verídica mente,
De las que creen en el amor como en una
Lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a cojer el agua,
A tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
La muerte les fermenta detrás de los ojos,
Y ellos caminan, lloran hasta la
Madrugada
En que trenes y gallos se deciden
Dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
A mujeres que duermen con la mano en el
Sexo,
Complacidas, a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre
Labios
Una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
La hermosa vida.

JAIME SABINES.

TENTACIÓN EN EL AIRE.

Sabía que vendrías a hablarme
y no te huía
demonio, ángel mío, tentación en el aire.
Sabía que tus ojos ahogarían mis ojos
cansados ya de largos horizontes de hastío
y de copiar tranquilos paisajes de remanso.
Antes de verte, lejos, te adiviné en mi alma,
como algún fauno joven que con su flauta báquica
avivara en mi carne
un fuego leve, quieto,
amenazado casi de apagarse algún día,
rodeado de hielos, engaños de mí mismo.
Al escuchar mi oído la brisa de tus voces,
ángel mío, demonio, tentación en el aire,
aquel día que el cielo brillaba y era Agosto
sentí en mi alma un roce de blandas plumas blancas
como si frescas alas me nacieran de pronto,
y mi ser se llenara de pájaros cantores.

En silencio, callado, yo te entregué mi alma,
aquella que había sido espada victoriosa,
que había decapitado todas las tentaciones
a ti, mi ángel malo, te la entregué sin lucha,
y tú con tu sonrisa, ¡oh tu risa que hiere!,
arrancaste de mí los altivos laureles
y casi sin mirarlos, despreciastes a aquel
que alargando la mano te los daba vencidos.

Por seguir tus caminos
dejé en un lado a Cristo,
tentación en el aire, ángel mío, demonio;
deserté de las blancas banderas del ensueño
para seguir, descalzo, tus huellas que manchaban.
Abandoné los quietos pensativos cipreses
levantados al cielo, místicos del paisaje,
para pisar el polvo y las ruines hierbas
que ocultan con sus verdes el agua cenagosa.
Robaste de mi cielo las piadosas estrellas,
aquellas que eran tenue revuelo de cristales
caído del regazo virginal de la tarde,
y sólo me dejaste a la impúdica Venus,
brillante de lujuria, y al ciego Amor,
el falso, el inconstante, el loco,
el que adorna su frente, no con la eterna yedra
sino con la guirnalda de los mirtos lascivos
y las rosas de un día;
aquél que con sus risas ha trastornado el mundo
sin ver nunca si el dardo que alegremente arroja
hiere sólo la carne o llega al hondo espíritu
hasta hundirlo en la muerte o en la locura acaso.

Quisiera ser la rota columna decadente,
aquel ángel mancebo perfecto entre sus bucles,
o mejor, el Apolo que ayer recibió culto,
y que hoy sepultado bajo la tierra espera
el día de volver a las nubes olímpicas,
mientras que las raíces se enroscan a su cuerpo
-a la gracia del niño tan sólo comparable,
ya las sencillas flores de los valles idílicos-
como viejas y obscuras serpientes milenarias.

Todo lo que a tu alma, tentación en el aire.
demonio, ángel mío, arranca de su frío
quisiera ser, y humilde, ofrecértelo todo,
para que ya pasado un momento de fuego
me despreciara más tu cruda indiferencia;
pero en ti hay algo que es mío y no lo sabes,
algo que entró de mí a pesar de ti mismo,
y es esa indiferencia que te hiela los labios
a la que yo amo más que a la amable sonrisa
que no pasa del rostro.
¿Qué sabes tú de esto?, ángel mío,
demonio, tentación en el aire. Del helado placer
de sentir el desprecio, y del llorar alegre,
¿qué sabes tú, qué sabes?
Aunque me hayas quitado a Cristo, el que perdona,
el comprensivo, el dulce, el manso Jesucristo,
un día volveré al alba, ya cansado,
con mis descalzos pies sangrantes de la senda
y lloraré las lágrimas, las que tú no ves nunca,
hasta borrar el último recuerdo del pecado.

Pablo Garcia Baena.

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